domingo, 28 de febrero de 2010

FEBRERO DE 28/ FEBRERO DE 29: EL POR QUÉ DE LOS AÑOS BISIESTOS Y NO BISIESTOS


El año actual y los nombres de los meses derivan del calendario de los antiguos romanos, tras sucesivas modificaciones realizadas por los propios romanos más una decisiva reestructuración habida en el siglo XVI.
La historia del calendario gregoriano que nosotros usamos actualmente comenzó hace más de 4000 años en el antiguo Egipto. Los egipcios, fijándose en el intervalo solar transcurrido entre sucesivas apariciones en el cielo de la estrella Siro, poco antes de la salida del sol al comienzo de la estación agrícola, dividían el año en 365 días, repartidos en 12 meses de 30 días + 5 días adicionales.
En el mundo romano, la primera división anual, atribuida míticamente al fundador Rómulo, era de carácter lunar y se dividía en 10 meses (tiempo lunar, significa la raíz griega de la palabra mes) de 30 y 31 días respectivamente. Como este sistema no coincidía con el año solar, ya que el año egipcio era aproximadamente un cuarto de día mas corto que el año solar trópico (el que determina las estaciones del año), esto hacía correr el nombre de los meses y provocaba que, al cabo de unos años, meses que habían coincidido con el invierno se encontraran en mitad del verano.
Intentando resolver el problema, en tiempos de la monarquía, se creó un año lunar de doce meses en el que se añadieron al final de año dos meses, enero y febrero (ya que primitivamente el año romano empezaba el día 1 de marzo y no fue hasta el 153 a. C., en que los cónsules de la República romana se empezaron a nombrar el 1 de enero, cuando enero fue considerado el mes inicial del año). Esta reforma no resolvió el problema y, en 45 a. C., Julio César, el conquistador de la Galia, bajo la guía y consejo del astrónomo alejandrino Sosígenes, impulsó un cambio en el calendario de 365 días para ajustar bien los meses con el año solar.
Entonces el año fue dividido en 12 meses con una duración arbitraria de 30 y 31 días alternativamente, excepto febrero, al que se le asignaron 29 días y un añadido de un día más cada cuatro años entre los días 24 y 25 (ahí precisamente, tal vez en recuerdo del calendario primitivo del rey Numa, que concluía el mes de febrero el 24), para corregir los desfases entre el año romano de 365 días y el año solar trópico de 365 días y cuarto, dando como resultado una duración media de 365,25 días anuales. Como los romanos contaban el 24 diciendo que era el sexto (sextus) día antes de las kalendas de marzo (el 1 de marzo), este día intercalar se llamó BIS SEXTUS (dos veces sexto día, repetición del sexto) de donde deriva el nombre bisiesto en castellano y bisext en valenciano. 
Más tarde, este sistema racional de cómputo fue removido por el emperador Augusto (27 a.C. -14 d.C.) haciendo que le fuera dedicado el mes sextilis con el nombre de agosto e incluyendo en él el mayor número de días posibles 31, tras quitárselo al mes de febrero, que pasó a tener 28. Una vez equilibrada así la suma de días del año, los días de cada mes ya no fueron alternativamente de 31 y 30 días, sino que algunos meses seguidos tenían 31 (julio y agosto), a costa de un día menos en febrero. Este calendario romano funcionó durante varios siglos hasta fines del XVI de la era cristiana, aunque desde el siglo XIII los astrónomos ya venían observando desfases con el calendario solar, pues el año romano era casi 12 minutos más corto de los 365 días y 6 horas del año solar trópico.
A fines del siglo XVI, el año ya iba retrasado 10 días con respecto al sol y en 1582 se decidió una reforma para recuperar ese retraso de 12 minutos acumulados cada año durante siglos. Así pues, el 4 de octubre de 1582 se suprimieron de golpe 10 días del mes, pasando directamente al día 15, y, para evitar que volviera a repetirse este desfase en lo sucesivo, se decidió que el último año de cada siglo (el que acaba en 00) no fuera bisiesto. Esta reforma fue obra del Papa Gregorio XIII y dio lugar al calendario gregoriano que usamos actualmente.
Con esta reforma el problema quedó resuelto, al menos para unos cuantos milenios, ya que aunque sigue existiendo una diferencia de 0,00003 minutos cada año entre el año temporal y el solar, ésta no llegará a ser de un día entero hasta el año 52500.
¿Existirá la vida humana entonces para decidir qué hacer con ese día sobrante? Nunca lo sabremos, excepto que alguna mente iluminada formule ya mismo una idea tan magnífica y perfecta que resista al paso de los siglos, mejor dicho, al paso de 50490 años. MAMMA MIA!!! 
Por tanto, este año, en febrero no ha tocado bisiesto y vivimos unas cienmilésimas menos de tiempo real, aunque no lo notemos.Pero, tranquilos todos, que dentro de dos años se nos regalará un día más el último día de febrero. 
¿Más no hacen falta, verdad? 

Mala dixit

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